Cuando al café le quitaron la cafeína, a los refrescos de cola el azúcar y a la leche la grasa y la lactosa, se dijo que ya eran productos “light”, ligeros pues, y de esa manera quedaban al alcance de un numero mayor de consumidores. Lo cierto es que se crearon productos distintos, nuevos. La Coca Light no es de ninguna manera la que todos estábamos acostumbrados a tomar, ya que le quitaron una de sus propiedades esenciales.

 

En ese sentido, pues, es que aplico en el título del presente artículo el término “light”, en referencia a gobiernos desprovistos de sus facultades esenciales, las capacidades y habilidades para gobernar, tomar decisiones y proveer con ello a sus gobernados, de mejor calidad de vida. Y me refiero a gobernantes de ambos lados de la frontera, tanto de Estados Unidos como de México, en esta compleja región fronteriza.

 

La severa crisis fronteriza que desató el excesivo tiempo para los cruces internacionales, ha generado una gran cantidad de consecuencias, indeseables todas, para las ciudades afectadas, tanto de un lado de la frontera como del otro, principalmente en nuestra ciudad.

 

Uno de los rubros más afectados por supuesto es el de cruce de mercancías por el impacto económico que tiene en la zona y en la actividad comercial de la región entera. Especialistas en estos temas, tanto de logística aduanera como de embarques y ventas en las empresas, estiman el daño en poco más de 3 mil millones de dólares en estas tres semanas de inconvenientes para el cruce. Es apenas un estimado.

 

En una nota publicada en El Diario el miércoles 17, por Iris González, se detalla que “Hasta el viernes pasado (12 abril 2019), el sector industrial de esta frontera tenía varados 11 mil contenedores sin poder cruzar hacia Estados Unidos, lo que equivale a 770 millones de dólares en mercancía inmovilizada, informó Eduardo Ramos, presidente de la Coparmex”.

 

En la misma nota se informa que debido a los obstáculos en la Aduana norteamericana, el presidente de Coparmex en Juárez, Eduardo Ramos, señaló que ante esta problemática las empresas han optado por mandar vía aérea sus mercancías, aunque esa acción triplica el costo de envío y entrega de mercancías.

 

Ramos indicó, que desde esta frontera parten camiones con rumbo a Monterrey y a la Ciudad de México, desde donde salen vuelos chárter con destino a Estados Unidos.

 

¿De qué tamaño pues es el problema? En esta semana que hoy termina, el presidente de Índex Juárez, Pedro Chavira Gutiérrez, afirmó que la industria maquiladora tiene todavía el 30 por ciento de las cargas en Ciudad Juárez que no ha podido exportar, debido a las largas filas que se han hecho por falta de inspectores de aduanas de Estados Unidos. Nada más y nada menos que una tercera parte del total de las mercancías producidas en esta frontera. Sin duda el problema es grave.

 

Más inexplicable aun esta indiferencia gubernamental, cuando en 2018 la Aduana de Ciudad de Juárez fue considerada la segunda más importante del país, con un volumen de operaciones por 2.1 billones de pesos al año, en tanto que el primer lugar lo ocupó Nuevo Laredo con 3.5 billones de dólares. De ninguna manera estamos recibiendo el trato correspondiente a la importancia de ese lugar.

 

El daño económico corre en varias vertientes. No es sólo el valor de las mercancías en sí mismo. Las empresas transportistas deben pagar más horas de salario a los operadores de tractocamiones y tráileres, incluso comida en muchas de las veces. Como ya mencioné líneas arriba, varias empresas decidieron transportar sus productos a la Ciudad de México o a Monterrey para, desde ahí, volarlos a sus destinos con el consecuente costo que puede variar entre los 50 y 100 mil dólares por carga.

 

Muy difícil cuantificar con precisión las pérdidas económicas totales por este problema. Pero sin duda alguna que las habrá, y serán cuantiosas. Alcanzarán varios miles de millones de dólares. Habrá que esperar a ver el efecto final.

 

Un problema que se inicio casi a principios del mes, y que se ha prolongado ya por tres semanas. Vamos a iniciar la cuarta. Pero que desde el principio se vislumbraba en toda su magnitud, desde el principio se sabía de su gravedad.

 

Y es ahí donde entran los gobiernos light, principalmente del lado mexicano, aunque también en Texas y Estados Unidos no cantan mal las rancheras, porque poco o casi nada hicieron al inicio del conflicto para paliar sus efectos inmediatos y resolverlo en el menor tiempo posible. Insisto, ya van tres semanas y aunque ya disminuyó un poco, bien a bien no ha sido solucionado del todo.

 

¿Por qué gobierno “light”? Porque al igual que el café, la Coca o la leche, están desprovistos por completo de su esencia, de su característica principal, la que les da sustento y razón de ser: gobernar, decidir, accionar.

 

Desde que inició todo este conflicto, hasta hoy, nunca hemos visto una postura digna, viril, institucional, firme, determinada de los gobiernos en México. Ni del federal hacia Estados Unidos, ni del estatal hacia el federal, ni del municipal hacia los otros dos. Simplemente todos hicieron como que la virgen les hablaba y ahí están las consecuencias.

 

Para muestra un botón. El pasado miércoles 17 en esta ciudad hubo una reunión entre autoridades aduaneras de ambos países y del CBP. Los transportistas asistieron en calidad de convidados de palo. Ahí, les confirmaron que 100 agentes del CBP habían sido reincorporados a sus tareas ordinarias, lo cual por supuesto representaba una buena noticia. La mala noticia fue que la gran mayoría fueron asignados a los puentes internacionales de Laredo. Así nomás. Ignorando por completo nuestra problemática en Juárez.

 

En esa misma reunión también les confirmaron que no hay planes mediatos o inmediatos para regresar más agentes a sus tareas normales, por lo que se habrá de seguir operando por tiempo indefinido con el mismo número de agentes.

 

Es fácil imaginar el desaliento y desesperanza que experimentaron en esos momentos  los transportistas y representantes de la industria maquiladora de la ciudad, ante tales anuncios. Pero no hay que imaginarlo. Varios directivos de empresas, así como líderes transportistas me lo confirmaron de viva voz: “esta región es la que menos poder político tiene, tanto del lado mexicano como del lado americano”.

 

Representantes de cámaras empresariales, transportistas, industriales, y hasta proveedores, se trasladaron de inmediato a Monterrey y a Laredo para hablar con autoridades aduaneras, tanto mexicanas como estadounidenses, para exponerles sus demandas y la necesidad de que no desatendieran esta frontera, nuestra frontera.

 

En efecto, pareciera que ni el gobernador Corral ni el presidente López Obrador ni su representante en Chihuahua Loera de la Rosa tuvieran ni el interés ni las facultades ni las capacidades suficientes para abordar la problemática, cada uno desde el ámbito de sus respectivas competencias, y buscar la solución lo más pronto posible. Vamos ya por la cuarta semana con este problema y cada día que pasa los daños materiales y económicos se incrementan cada vez más.

 

Al final, en el caso de los agentes de CBP reincorporados a su función aduanera, y más movidos por la presión ejercida desde los grandes corporativos tanto en México como en Estados Unidos ante las cuantiosas pérdidas y retrasos que están sufriendo, se anunció apenas hace un par de días que los agentes serían asignados en forma proporcional y equitativa a todos los puentes internacionales de la frontera norte de México, lo cual no deja de ser una buena noticia pero, insisto, más por la gestión, presión y cabildeo de los grandes corporativos, cámaras empresariales y entidades de comercio internacional, que por la intervención directa, oportuna y suficiente de las autoridades mexicanas, del gobierno mexicano.

 

¿Cuánto más durará el conflicto? Imposible saberlo. El endurecimiento de la política migratoria aplicado por Donald Trump, no ha tenido aún la respuesta adecuada en territorio mexicano, o al menos no en suficiente medida como para relajar la tensión generada por sus mismos funcionarios de primer nivel que hicieron gala de una gran inocencia, desconocimiento, chabacanería y hasta negligencia en el tema de los acuerdos entre Trump y López Obrador, a propósito del fenómeno migrante. 

 

Y, si bien el conflicto es multifactorial, hace falta que, desde todos los espacios, desde todas las competencias de gobierno, y desde todos los ángulos del poder, se realicen las acciones suficientes y necesarias para terminar, de una vez por todas, con las causas que lo generaron y retomar el ritmo normal de cruces internacionales entre México y Estados Unidos, tanto de personas, como de bienes y productos. No hacerlo cuanto antes tendrá un costo que aún es imposible estimar, tanto en lo económico, como en lo político y social, pero de que lo habrá, y de que será importante, lo será, de eso no hay la menor duda.