En las últimas décadas el sector exportador mexicano ha sido sumamente exitoso, sobretodo en la manufactura de medio y alto valor agregado. Para varias regiones y sectores económicos del país, las exportaciones se han convertido en el principal motor de crecimiento.
Actualmente el comercio internacional, esto es las exportaciones más las importaciones, representa cerca del 80 por ciento del PIB en México y las exportaciones cerraron 2018 en 451 mil millones de dólares, de las cuales, las automotrices participan con 142 mil millones de dólares, es decir, el 32 por ciento del total.
Para poner en contexto estas cifras, las remesas representan un ingreso de 33 mil 600 millones de dólares, sólo una cuarta parte de las exportaciones automotrices.
El éxito del sector exportador mexicano no se dio de la noche a la mañana. Más bien, fue resultado de varios años de esfuerzo, crear alianzas comerciales desde principios de la década de los ochenta y un arreglo institucional sólido que nos diera acceso a los mercados internacionales gracias a los diversos tratados de libre comercio. Así, entre 1980 y 2018 las ventas de MeÌxico al exterior aumentaron 8 veces en teÌrminos reales, mientras que las exportaciones petroleras constituyen sólo el 6.8% de las exportaciones totales frente al 68% que representaban en 1982.
En los años posteriores a la segunda guerra mundial, siguiendo la tendencia de muchos otros países en desarrollo, MeÌxico adoptoÌ un modelo econoÌmico que consistía en impulsar a su industria nacional, protegieÌndola de la competencia extranjera mediante una poliÌtica de sustitucioÌn de importaciones.
México logró implementar con éxito este modelo de industrialización, el cual generó un crecimiento económico sostenido a tasas superiores al 6 por ciento anual en promedio. Sin embargo, el llamado “milagro mexicano” mostraba señales de agotamiento para finales de los 70. La economía se desaceleró y el gobierno federal en turno decidió hacer del gasto puÌblico el principal motor de la economiÌa, con grandes inversiones en obra puÌblica y subsidios al consumo. La única manera de financiar esos gastos fue incurriendo en más deuda pública que pasó de 4 mil millones a 20 mil millones de dólares. A diferencia de años anteriores, ahora el gobierno empezaba a gastar maÌs de lo que teniÌa.
Este modelo continuó en el periodo de 1976 a 1982, sexenio marcado por el descubrimiento de enormes yacimientos petroleros que facilitaron el acceso a préstamos del exterior para detonar el gasto público. MeÌxico fue el quinto paiÌs con mayores reservas petroleras probadas, y los precios internacionales del petroÌleo se habiÌan incrementado entre 1973 y 1978. El gobierno había decidido apostarle al petróleo; para esas fechas, las exportaciones petroleras constituían el 61.5% de las exportaciones totales. México se preparaba para “administrar la abundancia”.
Con un gobierno gastando cada vez más, el deÌficit puÌblico como proporcioÌn del PIB pasoÌ de 6.7% en 1977 a 14.8% en 1981, es decir, el gobierno estaba gastando mucho más de lo que ingresaba. Las exportaciones no petroleras perdieron competitividad y nos convertimos praÌcticamente en un paiÌs mono exportador y muy petrolizado.
Esta dependencia nos pasó factura pronto. La etapa de crecimiento basado en la exportacioÌn petrolera y el faÌcil acceso al creÌdito llegoÌ a su fin con la abrupta caiÌda de los precios de los hidrocarburos y el aumento significativo de las tasas internacionales de intereÌs, lo que generoÌ una de las crisis econoÌmicas maÌs profundas que haya vivido nuestro paiÌs. El modelo de una economía cerrada, de apostar a un solo sector y de gastar más de lo que ingresas, es un modelo que fracasó. El país, en pocas palabras, quebró.